Muchos, aunque sean más o menos religiosos, ya han montado el famoso y navideño
pesebre poniendo sus figuritas
recreando el nacimiento de Jesús. Muy tradicional, la verdad. Algunos solo construyen el portal de Belén a pequeña escala con los personajes principales, y otros se recrean y medio comedor de su casa es un pesebre con multitud de detalles. El exceso llega cuando las figuritas miden 30 centímetros y hay una linea muy fina que las distingue de un Belén viviente.
Hay 4 fases por las que pasa todo montador de pesebres. La cuarta es opcional, dependiendo de cada uno.
Yo ya pongo en duda a veces que lo de montar el Belén/pesebre sea por cuestiones religiosas. Lo empiezo a relacionar con la competitividad y el orgullo de cada uno. Sobretodo esto se acentúa a medida que vamos haciéndonos mayores. Se empieza con un pequeño portal de Belén montado en el recibidor de casa con los protagonistas: José, la virgen María, el niño Jesús, el buey y la mula. Cuando llegan tus visitas a casa, este mini pesebre pasa casi desapercibido: Menosprecio.
Dependiendo de lo que tarde tu orgullo y competitividad a reaccionar, al tiempo tu pesebre evoluciona. Ese año ya no solo tienes el portal de Belén montado, sino que ya se amplía con un caminito en el que vienen los tres Reyes Magos con sus correspondientes pajes, y algún que otro pastorcillo para dar sus regalos y contemplar el nacimiento de Jesús. Ahí el visitante a tu casa ya se da cuenta del pesebre, a lo que exclama: "Hombre, Paco, ya montaste el pesebre!". Como si años anteriores no lo hubieras montado... Por fin has conseguido que tu pesebre sea notorio: Palmadita a la espalda.
El problema es que Paco ha visto otros pesebres, y el suyo no esta entre "los fotografiados". Al año siguiente, llegan multitud de detalles a su pesebre. Creo que el portal de Belén pasa hasta a un segundo plano. ¿Porqué? Pues se ve que Paco ha puesto una cascada de agua motorizada para que los Reyes Magos a su paso la contemplen, luces que iluminan todo el ancho del Belén. Hay más luz ahí que en un campo de fútbol. Si miras esas luces fijamente te pueden llegar a causar ataques epilépticos con sus intermitencias y diferentes colores. Pero Paco además ha ido más allá. Las luces van con musiquilla, villancicos. Esa musiquilla que por un rato enternece, pero a la hora quisieras matar a Paco. A parte, en el pesebre ya puedes encontrarte al herrero, el "caganer" escondido, un cazador, variedad de animales y al pescador del lago. ¿Como ha hecho el lago? ¡Con el papel de plata! Paco ya no es un "amateur", señores. Luego faltará papel de plata para las sobras de las comidas de Navidad, pero a Paco eso le importa tres pueblos. Ah! Nada de musgo artificial, él lo fue a buscar natural, del que cuando lo pones en tu comedor aún huele a bosque. Ya ha conseguido lo que quería, que sus amigos y familiares sacaran sus smartphones de última generación para sacarle fotos a su pesebre. Un pesebre que le ocupa medio salón: Sacando pecho.
Bien, Paco, o como ya le podría decir también a mi padre, ya no hace falta llevarlo más allá. Te has coronado. Puedes quedarte ahí y sentirte orgulloso de tu pesebre y sus complementos, o sentir que te falta algo. Si, hay una fase más, la última. Formar parte de una representación de Belén viviente que se haga en tu pueblo, barrio o ciudad. Ser tu una figura del pesebre. Ese es el techo señores. Ser el pastor que lleva una oveja a hombros, un paje o en el peor de los casos, "el caganer". Los tienes que tener bien puestos, sentir mucho la Navidad o ser más creyente que el Papa Francisco, para formar parte de un Belén viviente. Este se monta en diciembre, y claro hay que estar unas horas en la calle para que la gente te pueda contemplar. Lo de "Jesús en el pesebre, se ríe porque está alegre", lo dudo un poco en ese caso. El pobre niño preferiría estar calentito en casa, no me jodas!
Ya llegará algún día en el que entre en la casa de alguien y me reciban disfrazados de José y la virgen María. En el comedor no podrán faltar el buey y la mula. Eso si, el "caganer" que me lo pongan fuera en el jardín, más que nada por los olores.